Con la mirada en el interior

El arquitecto Leandro Giraudo es mendocino y afirma que para diseñar hay que entender los ciclos de la naturaleza de cada región.


Por Federico Lorite

Es joven, atrevido. Sabe cómo enseñar a mirar el mundo de otra manera y es, a su vez, un aprendiz metódico de la naturaleza; respetuoso innato del entorno que lo rodea. Leandro Giraudo creció en General Alvear, su pueblo natal, y estudió en la Universidad Nacional de Córdoba. Ahora quiere regresar a la ciudad que lo vio crecer y recompensarla con una manera regional de ver el mundo. Se reconoce a sí mismo como un fanático de la arquitectura. A la hora de ejecutar su obra, ésta debe adaptarse exclusivamente al entorno natural y plasmarse en el modo en que él cree que es el correcto.
 
“Todo es naturaleza, nosotros lo somos y sería disparatado construir de una forma ajena a nosotros”, dice este joven y prominente arquitecto.
 
“El medio ambiente y la obra son para mí una única construcción, una se construye con la otra. Mi obra nace de mí al concebirme, primero como hombre, como parte esencial de la naturaleza y del impacto que vamos a provocar uno en el otro. Así se puede  lograr que en una casa de campo, por ejemplo, el viento penetre, la recorra, saque por las diferencias de presión el aire caliente y refresque todas las habitaciones impregnándolas con el aroma de las flores del lugar”, explica en esta entrevista con Área Tres.
 
Giraudo está realizando algunos emprendimientos en el sur mendocino donde dice que el potencial de crecimiento es enorme. Se preocupa por la expansión desmedida de las ciudades donde el tema del agua se va a agudizar en los próximos años si no existe un ordenamiento territorial acompañado por el Estado y organismos competentes.
 
“El problema de los pueblos con concentraciones de 30 mil habitantes es su extensión. Los costos de distribución son más alto así como los de infraestructuras, desagües y cloacas”, destacó el profesional.

¿Hasta qué punto va fusionándose la naturaleza con su obra?

La naturaleza es una cosa y la edificación es otra. Ambas deben dialogar, articularse, pero nunca fusionarse ya que la fusión es artificial. Se debe respetar y adaptar el entorno en función del hombre y sus necesidades; y así los edificios no pierden su personalidad, como muchos creen, sino que la ganan en el paisaje, el entorno, ya que cada elemento resalta su propio carácter.
 
¿Cómo hace para aplicar todos estos conceptos en las ciudades y en los lugares alejados?

En General Alvear, por ejemplo, lo más importante es orientarse al Norte, de donde viene el aire más limpio, puro y fresco del verano y la mejor luz, y aplicar los principios que hoy son tomados como medioambientales para las zonas urbanas. Sin embargo, hay un punto esencial y es que se debe entender y respetar la cultura de cada pueblo. Así, debo interesarme en qué puedo lograr yo con la arquitectura en la cultura, tecnología y medio ambiente que encuentro; cómo es esa topografía, la geografía, cómo es el movimiento del agua, entre tantas cosas.

¿Por qué eligió estas zonas para construir?

En el interior, sobre todo en departamentos como General Alvear y San Rafael, donde el paisaje urbano se ha conformado como una sucesión de planes de vivienda del IPV, ahora se están dando los créditos Procrear para la construcción de viviendas y eso está haciendo participar a más ciudadanía en la formación urbana. Otro de los puntos es que la gente está ahorrando en ladrillos y se están comenzando a lotear algunas fincas cerca de los cascos urbanos. Son hectáreas con poca rentabilidad  o con cultivos antiguos,  que al lotearla obtienen otro valor de mercado.
 
¿Qué precios se manejan?

Son terrenos más baratos que en la zona del Gran Mendoza aunque ahora están aumentando debido al crecimiento de la demanda. Hace cuatro años se compraba un terreno de 300 metros a dos minutos del centro de General Alvear, a $10.000. Un cliente compró hace 3 años un terreno de 2.000 metros a $10.000 en una zona de finca. La hectárea valía $50.000, se loteó y se vendió de esta manera, que fue más rentable que venderla como finca y más fácil. Y ahora esos terrenos valen cuatro veces más. Por ejemplo, un terreno de 500 metros en General Alvear a 5 minutos del centro ronda entre los $50.000 a $100.000. En San Rafael, uno de 300 m2 en calle Ballofet y Av. Los Sauces ronda los $175.000.
 
 ¿Cuál es la consecuencia negativa de estos loteos?

Al lotear las fincas cercanas a los centros urbanos comienza a producirse lo que se denomina como “ciudad mancha de aceite”.
 
¿Esto qué significa?

Significa que las ciudades crecen o se expanden indefinidamente y sin planificación provocando ciudades dispersas y difusas. Es una manera muy norteamericana de urbanizar el territorio que se opone al modelo europeo, más concentrado, con centros densos y con variedad de usos y funciones entremezcladas. Estas nuevas densidades dispersas comienzan a demandar infraestructuras y servicios y esto, por parte de los municipios, es muy difícil de conseguir y con un alto costo. Finalmente los loteos quedan en una situación intermedia entre estar consolidados y muchas veces sin prestar los servicios básicos como asfaltado de calles, cloacas o limpieza, lo que significa una urbanización con menor calidad y a un mayor costo. Ni hablar de la dependencia del automóvil que generan las nuevas distancias.
 
¿Cuál sería el principal problema entonces?

El principal problema que tienen todos es el agua. Las empresas prestadoras no realizan inversiones en este sentido. Si uno decide armar un barrio de 60 o 50 lotes en un terreno pequeño de 2 y 3 hectáreas, a la empresa no le interesa llevar el agua porque no tiene la capacidad de inversión suficiente como para cubrir tantos kilómetros. Recién ahora los municipios están controlando más fuertemente la factibilidad, ya que no aprueban el loteo y no se puede vender hasta que no se tenga la factibilidad de todos los servicios.
 
¿Cuál es la tendencia de construcción en sus proyectos?

Tendría que estar apuntado a resolver soluciones climáticas que en la zona sur de Mendoza son muy importantes como el viento zonda, el granizo y el calor del oeste. Trataría de relacionarme más con el clima que con un estilo determinado. Nosotros disponemos de recursos como las galerías que son regionales y es la mejor forma de aprovechar una orientación norte  y disfrutar de una ventilación cruzada en el interior de la vivienda, con buena sombra y un espacio de transición que nos permite comer o desayunar en la misma.